19 de septiembre de 2006

Todo empezò en una tarde de lluvia... (Parte dos)

EMERGENCIA MECÀNICA

Con su caballerosidad visible, se acercó a mí y me felicitó por el buen motor de mi cacharro… eso me hizo ruborizar porque recordaba mis pensamientos en aquel momento de crisis que nos toco vivir.

“Eh, mmm, ah…” no atinaba qué decir, balbucea sin sentido; no sé si me sorprendió su elegante figura o su voz varonil, al escucharle decir “qué le sucede ahora a tu motor? Acaso necesita de agua para funcionar?” Sin sarcasmo fueron sus palabras, simplemente lo hizo con ánimo de romper el hielo, mejor dicho ¡mi hielo! Luego de unos minutos de intercambiar miradas, los dos irrumpimos en sonoras carcajadas, lo cual me hizo sentir bien y sin sentimientos de culpa.

Antes de contestar a su pregunta, le indagué qué le había pasado a su vehículo, entonces me digo que a su motor no le gustan los baños mojados… creo que sus respuestas fueron con el afán de darme la confianza que percibía, me hacía falta.

“Bueno, dime en realidad qué sucede, si deseas puedo llamar a mi mecánico para que venga”… sin darme tiempo a contestar, sacó su móvil y se alejó unos pasos de mí, mientras tanto, yo seguía estupefacta y pues, no me quedó más que rendirme ante tan atento caballero.

Sólo pasaron unos minutos cuando vino su mecánico con grúa y todo y pues, sin articular palabras, él hizo señas con su mano y me abrió la puerta de su coche, no me quedó de otra que acceder a su gentil invitación.

“No te preocupes, todo estará bien”, me dijo, yo sin siquiera escuchar sonido, me bastó con leer sus labios y me adentré en mis pensamientos… me aterraba la idea de saber el valor de la cuenta, era lo único que me preocupaba. Adivinando mi angustia, me dijo “tranquila, no te preocupes, todo corre por cuenta de la casa”, sonrío dulcemente y siguió con la mirada al frente conduciendo.

Llegamos a la estación de servicio, él se bajó primero y me abrió la puerta, luego apresuradamente se dirigió al fondo del taller, yo era una simple espectadora y únicamente observaba cómo impartía indicaciones a los técnicos.

Los minutos me parecían eternos sintiéndome tan inútil y de la angustia de no saber qué pasaba con mi fiel compañero. El irrumpió otra vez en mis pensamientos y me dijo que el auto debería quedarse un par de días, porque sería sometido a un análisis exhaustivo, no era nada halagador el diagnóstico previo que tenían.

Así que como ya estaba embarcada en semejante aventura, pues no me quedó más que ponerme en sus manos, o mejor dichos ponernos en sus manos, mi auto y yo; además, me preocupada la idea de no saber cómo llegar a casa, de aquel lugar, apartado de la ciudad.

Antes de terminar de pensarlo, él volvió hacia mí y me dijo “dónde vives, para poder llevarte”, entonces, con ganas de detener tantas molestias iba a decirle que no se preocupara, pero recordé que en mi bolso sólo traía unas cuantas monedas, las mismas que no eran suficientes para tomar un taxi… así que, una vez más, me dejé convencer.

Al llegar a casa me despedí, al bajar mis llaves cayeron y al recogerlas, sentí su mirada penetrante; voltee a mirarle y sólo sonreía al observar mi nerviosismo, con sutil calidez me dijo “Mucho gusto, mi nombre es Ángel Miguel”

Sólo en esos instantes me di cuenta que habíamos compartidos varias horas juntos y ninguno de los dos se interesó por los nombres… contesté sonriendo “el gusto es mío, me llaman Gaviota” con leve sonrisa replicó “Gaviota?” “Sí, Gaviota” respondí… “Con razón, ahora sé cómo pudiste sobrevivir en medio de tanta agua”, sonreímos nuevamente y nuestras miradas volvieron a encontrarse, me extendió su tarjeta personal y dijo “Puedo llamarte? Por lo del coche, claro está!” Sacó un bolígrafo y anotó el número de mi móvil.

Al subir a casa, decidí tomar una ducha y al sentir el agua correr por mi cuerpo, recordaba cada detalle de esta experiencia, recién en ese instante me vino pensamientos de sobresalto, porque ni siquiera recordaba el nombre del taller dónde había quedado mi auto, ni el número de teléfono… me sentí angustiada por tantos pensamientos negativos, mismos que quedaron a un lado cuando sonó mi móvil, alcancé a coger la toalla y salir de un solo salto a contestar.

Esa voz inconfundible, dueño de mis momentos de experiencia únicos, me cautivó nuevamente y me dijo, “Gaviota, qué haces? Pues, tomando una ducha”, repliqué. “Cómo, acaso no fue suficiente el agua de hace unas horas?” “No, porque a las gaviotas nos gusta disfrutar del agua clara y cristalina” Pero sin responder a su comentario, dije algo que me inquietaba mucho, tanto o más que lo sucedido con mi amigo fiel…

- Me dijiste que te llamabas Ángel Miguel, verdad?- Si claro- Oye y no crees que mejor hubiese sonado Miguel Ángel- Creo que sí, pero a mi Padre se le ocurrió ponerme así, mis hermanos también se llaman igual, lo que nos distingue, son los segundos nombres. - En serio? Repliqué- Sí en serio, contestó- Bien, cambiando de tema, dijo, mira, acabo de hablar con mi mecánico y dijo que mañana en la tarde estará tu auto,- En serio, no mientes, - No, cómo crees? Te dije que confiaras en mí. - Es lo que hago, repliqué, - Entonces, mañana paso recogiendo tu auto y te lo llevo a casa.

No podía creer, tanta bondad en un ser humano, me sentía desconcertada con tanta amabilidad y muy lejos de imaginar de lo que realmente se trataba, la conversación terminó con una dulce despedida.

1 comentario:

tarot egipcio dijo...

muy buena entrada la disfruté saludos